Cada jueves, un relato - Tema: Incomodidades - "Una visita inesperada"

Esta semana desde el Blog NEOGEMINIS nos proponen el siguiente reto. Narrar alguna historia en la que una situación incómoda constituya el nudo del relato.

Así que ya sea en sentido figurado o literal, o en cualquiera de sus acepciones (molestia, engorro, trastorno, inconveniente, estorbo, fastidio, cansancio, aburrimiento, extravío, etc…) trataremos de describir una incomodidad.

AQUÍ podréis encontrar el resto de relatos participantes.

UNA VISITA INESPERADA

Me acerqué a ella con paso firme, aunque en mis adentros miles de emociones se removían y dolorosos recuerdos me asaltaban la memoria. Cuando estuve justo a su lado, me esperaba aquella mirada ya conocida, siempre dura y desafiante. Tragué saliva antes de dirigirme a ella, se me hizo un nudo en la garganta:

—¡Cuánto tiempo Elsa! ¡Te veo igual que siempre!

—¡No puedo decir lo mismo, querida! ¡El tiempo te ha pasado por encima como una locomotora! —me dijo contundente y sin ningún tacto.

Sosteniéndome la mirada, metió la mano en su bolso, sacó un paquetito envuelto en un viejo paño, atado con un cordón. Me lo ofreció con sequedad, acercándomelo para que lo cogiera. Le noté un leve temblor en la voz cuando me dijo:

—¡Toma, esto es para ti! Por lo visto él quería que lo tuvieras. Solo he venido a traértelo.

Y sin darme tiempo a responder ni mirar qué había en su interior, se dio media vuelta y dirigió hacia la verja atravesando el jardín. Se marchó sin despedirse, tal como ya había hecho casi quince años atrás. Fue nuestro último encuentro, tras aquella feroz discusión que haría que nunca más fueran amigas.

El que fue mi marido años atrás me había dejado por mi mejor amiga, y tras fallecer me tenía guardada una sorpresa. Quizá no era una buena idea abrir el misterioso paquete, ahora estaba en paz con él, había logrado perdonarle. ¿Al abrirlo encendería de nuevo la mecha que me volvería a hacer sentir desgraciada, abandonada y humillada?

Respiré hondo y me armé de valor al estirar del cordón y retirar el paño que cubría una vieja libreta con tapas de cuero y que reconocí al instante. Aun recordaba su olor y su suave tacto.

Dudé unos segundos y decidí arriesgarme y perderme entre aquellas páginas amarillentas que me deparaban tan inesperada lectura, y que empezaban diciéndome:

“Cada noche desde que rompimos te escribo unas líneas con la esperanza de que algún día quieras leerlas. Yo nunca me perdoné dejarte y ahora que ya es demasiado tarde, sin duda alguna sé que fuiste la mujer de mi vida. ¿Podrás perdonarme?”