Cada jueves, un relato: - Navidades en blanco y negro: “Santa Lucia”

 

Para el último reto juevero del año, nuestra compañera INMA desde su blog MOLÍ DEL CANYER, nos invita a escribir sobre la Navidad, inspirándonos en una selección de fotos en blanco y negro de otros tiempos que ella misma nos propone y que son tan auténticas e inspiradoras.

Aquí podréis encontrar el resto de relatos participantes.

SANTA LUCIA

Foto: Blog "Molí del Canyer"

Mi madre se llamaba Lucia, como su madre y como su abuela. Para su santo era ya toda una tradición familiar ir a la feria de Navidad. La plaza frente a la catedral se llenaba de pequeños puestos callejeros con toda clase de adornos navideños. Había paradas con abetos, ramitos de muérdago y musgo; también estaban las que vendían turrón, dulces, chocolates y carbón; otras con sencillos juguetes de latón, madera y muñecas de trapo; pero las que más me gustaban de todas eran las de figuritas para montar el pesebre.

Cada año me daban unas monedas y podía gastármelas en lo que quisiera. En lugar de invertirlo en golosinas, como hacían muchos de mis amigos, yo lo hacía en dos o tres figuras de aquellas, depende de lo que me alcanzara el presupuesto.

Estaba deseoso por llegar a casa y enseñárselas a la abuela, que siempre me sonreía satisfecha por mi buena compra. Después de comer, mi madre bajaba del altillo la vieja caja de cartón con las piezas del pesebre del año anterior y empezábamos a montar el nuevo con mis recién compradas figuritas.

Esa tradición familiar la mantuvimos siempre. Cuando me casé y nacieron mis dos hijos, cada año los llevaba a la misma feria y mi madre era quien se encargaba de darles el dinero para que compraran lo que quisieran. Pero tristemente ellos preferían invertirlo en juguetes y golosinas, y yo continué montando cada año, aunque ahora solo, el tradicional pesebre. Era la envidia de la familia y también de algunos vecinos que pasaban cada año a verlo. Ocupaba todo el aparador del mueble del comedor. Han sido muchos años acumulando figuritas, y aunque algunas las estropearon mis hijos, otras han sobrevivido a sus juegos.

Ahora ya estoy jubilado y desde hace unos años, me llevo a mi nieta a la misma feria. Aunque siempre me pide que le compre golosinas, las piruletas son sus preferidas, también comparte conmigo la afición por las figuritas para el belén y me ayuda a montarlo.

Algunas tradiciones se pierden con los años y las generaciones, pero lo bonito de ellas son los momentos que disfrutamos y el tiempo que compartimos con los nuestros y los recuerdos que nos quedan para siempre. ¿Verdad, Lucia?