¡Hola Blogueros!
Aquí estamos de nuevo para compartiros el noveno capítulo de mi relato “UNA HISTORIA DE SIRENAS”, como colaboración al proyecto de LITERATURA FANTÁSTICA de mi compañera Mercedes desde su Blog MIL Y UNA NARRACIONES, y en el que estoy encantada de participar.
Fuimos
remolcados durante millas por aquella imponente orca escoltada por aquellos
obedientes delfines por aquellas aguas cálidas y verdosas cuando intuimos que
ya estábamos en el Caribe. Cuando empezamos a divisar a lo lejos pequeñas y
coloridas embarcaciones pesqueras, primero los delfines y luego la orca nos
dejaron allí iniciando su camino de regreso con una ruidosa y cálida despedida.
Los
pescadores que faenaban por allí vieron agitar nuestra bandera pidiendo auxilio
y vinieron enseguida en nuestra ayuda. Nos remolcaron hasta la costa, allí nos
alojamos unos días en la casa de uno de los pescadores que nos invitó
amablemente, con su acento cubano. Estuvimos unos días faenando con ellos para
devolverles el favor y poder pagar la reparación del Maravillas.
La
última tarde de estancia allí, la hija pequeña de la familia tan hospitalaria
que nos había acogido, nos dijo que jugando en la playa se había encontrado una
señora que preguntaba por los dueños del Maravillas y que nos estaba esperando
junto a la embarcación. Que sorpresa nos llevamos al llegar allí nos pareció
ver nadando junto a nuestro barco a nuestra amiga Maigualida, aunque cuando nos
acercamos nos dijo:
—Me había dicho que os encontraría aquí y que necesitariais
indicaciones para vuestro regreso. Mi nombre es Jaqueline, creo que me habeis
confundido con mi hermana. Nos pasa amenudo. Me ha encargado que sea vuestra
acompañante y guía de regreso a casa, en busca de vuestro destino, la isla de
San Borondón, creo que en algún rincón del Atlántico os debe estar esperando.
Durante
la travesía nos explicó muchas cosas sobres sus interesantes viajes alrededor
del mundo. Y como siendo testimonios de grandes catástrofes durante sus largas
vidas, habían visto desaparecer infinidad de especies marinas, todas derivadas
de una manera u otra, conscientemente o no, por la acción humana.
Los
grandes arrecifes de coral, se habían reducido peligrosamente, dejando de
albergar a miles de organismos que componían una vida submarina en perfecto
equilibrio y armonía hasta ahora. La acción destructiva del turismo, aunque
quizá no se ve su impacto directo de muchas ocasiones, es un gran peligro para
la conservación de este equilibro que tanto necesitamos reestablecer. Entre
ellas, la pesca submarina excesiva, sin control y en manos inexpertas, la
proliferación exponencial cada año de más barcos de crucero, que generaba tanta
contaminación y residuos en cada una de sus travesías, y que se habían
repartido por todos los océanos, mares y ríos del planeta, dejando una huella
muy negativa y perjudicial para el ecosistema, difícil de borrar.
Siguió
explicándonos sobre otras industrias también muy dañinas para la vida en el
mar, como las plataformas petrolíferas en aguas del Atlántico, obteniendo
recursos muy valiosos y útiles para la vida humana en tierra firme. Nos habló
de algunas islas en medio del Pacífico formadas exclusivamente por residuos
plásticos de todo tipo, tan peligrosos para las especies marinas, que los
comían por error o quedaban enredados, un drama de proporciones que no podíamos
ni imaginar.
A
medida que avanzábamos en nuestro viaje, mi abuelo y yo nos íbamos
entristeciendo cada vez más debido a las historias que nos compartía la viajera
y experimentada Jaqueline, y porque llegaba el momento de despedirnos de ella:
—¡Bueno, chicos! Nuestro camino juntos acaba aquí, debo regresar a casa, mi gente me necesita. Cada una de nosotras se encarga de su pequeña parcela de océano para cuidar y vigilar. Como habreis visto somos muy pocas y cada vez necesitamos más ayuda. Es trabajo de todos colaborar, ya lo habeis visto. El mar nos necesita.Teneis una misión muy importante que hacer, de vuestro éxito depende nuestra supervivencia. Ahora que os conozco no tengo ninguna duda que lo conseguireis. La isla de San Borondón os espera en algun rincón del océano y tengo el presentimiento que su descubrimiento será una experiencia muy reveladora para vosotros pero aún más para todas nosotras.
Sentamos
en la proa del barco, nos despedimos de ella, viéndola desaparecer entre
aquellas aguas oscuras, seguida por su séquito de tortugas marinas que la
habían acompañado desde que abandonamos las aguas del Caribe y que ahora se
disponían a regresar a casa. Mientras, observábamos aquella imponente puesta de
sol, con lágrimas en los ojos.
¡Si te perdiste algún capítulo anterior pulsa AQUI!
Cap comentari:
Publica un comentari a l'entrada