AQUÍ podréis encontrar el resto de relatos participantes.
Podría asegurar sin ninguna duda que tomando como guía las
bonitas postales de tu ciudad y siguiendo las detalladas descripciones de tus
cartas, recibidas durante años me orientaría perfectamente por sus calles.
Un verano al acabar la escuela, tu padre encontró trabajo al
otro lado de la frontera y decidió mudarse con toda la familia. Nos despedimos
con un fuerte abrazo, dándome un papelito con tus señas para mantener
correspondencia. La semana siguiente recibí tu primera postal con una breve carta
donde me contabas tus primeras impresiones. Después de aquella primera le
siguieron muchas otras, donde me hablabas de tus nuevas amistades, curiosidades
de tu nuevo hogar y la belleza de sus paisajes.
Vuestra casa estaba nada más entrar al pueblo, tras el cartel
de bienvenida, “Lavelanet, Pays des Pyrénées Cathares” frente al “Stade Paul
Bergere”, donde con los años acabarías jugando al rubgy con el equipo local. La
ventana de la cocina daba a las montañas y desde allí se divisaba el "Chateau
de Montségur".
A dos manzanas de casa se encontraba la fábrica textil
“Thierry et fils” donde trabajaba tu padre y la mitad de pueblo según
descubriste semanas más tarde. Si seguías bajando por la “Promenade de L’Île”, con
los avellanos que daban nombre al lugar, llegabas a la Place de L’Êglise, junto
a “La Poste” donde cada lunes llevabas tus cartas antes de entrar al instituto.
Los domingos ibas con tus padres a tomar un vermut a la “Place
de la Revolution” y en el quiosco situado delante del “Hôtel de Ville”,
comprabas algunas postales para mostrarme tus rincones preferidos.
Nunca fui a visitarte y nunca regresaste. Nuestras cartas se
fueron espaciando hasta que dejamos de escribirnos. Cuarenta años después de
recibir tu última postal, me encontré una tarde removiendo viejas cajas en el
desván y me tropecé con tus cartas. Algo dentro de mi me invitó a cometer una
locura: escribirte unas líneas a tu vieja dirección. Para mi sorpresa recibí tu respuesta dos
semanas más tarde.
Ahora estoy esperándote en la “Avenue de la Gare” delante de
la estación, nerviosa y ansiosa por nuestro reencuentro.
De todos los años transcurridos, aún guardo tu recuerdo. Aquel verano como todos los años nos juntábamos los amigos para ir a la piscina del instituto y yo te gusté desde el principio. Tenías buen tipo y mirada inocente pero yo era un gamberro mas que todo, por inmadurez...Ahora han pasado las décadas que no los años y me pregunto dónde andará aquella chiquilla que yo tanto le gustaba de la que nunca me enamoré...Hacías cada fin de verano un viaje a ninguna parte que era donde estaba tu casa pero fíjate tú que yo sigo recordándote como tantas las risas que nos hacíamos en aquella piscina. Nunca pude imaginar que los recuerdos agradables son un cimiento para ser quienes somos. El mes de julio pasaba pero a principios de agosto, los "tragapavos" como aquí se dice, bajaban a mi pueblo para pasar las vacaciones y tú no yo como dos chiquillos nunca nos dimos un beso...
ResponEliminaQue linda esas cartas que tan feliz nos hacían, donde detallábamos todo lo que acontecía.
ResponEliminaTe diré que guardo cartas de cuanto tenía 16 años y me escriba con mis amig@s del pueblo, y las leo de vez en cuando, que bonito y qué felicidad. Gracias, preciosa por darnos tan buen rato leyéndote. Un besote grande.
Que lindo eso de mantener una amistad por correspondencia, aquellas épocas donde yo también lo he hecho y quizá hablábamos más por ese tipo de correspondencia que ahora con tanta tecnología, no es que reniegue de la tecnología, pero las cartas tenían su encanto.
ResponEliminaBuena historia, un abrazo.
PATRICIA F.
Olá, querida amiga Marifelita!
ResponEliminaJá vivi uma experiência desastrosa quando resolveram tornar a me procurar depois de alguns anos.
Gostei de que, na sua imaginação, a nova tentativa de aproximação deu certinho e foi motivo de alegria. Que bom!
Cada participação que leio é difrenciada e interessante
Tenha dias abençoados!
Beijinhos fraternos
Una carta muy bonita y evocadora que nos recuerda el esfuerzo por mantener nuestras raíces a la vez que vamos echando unas nuevas.
ResponEliminaUn saludo
Hola Marifelita, me encanta el relato, cuántos recuerdos me traen esas cartas y postales que tanto me gustaba enviar y que echo tanto de menos. Me alegra que al final se viaje al desván tuviera su recompensa.
ResponEliminaPrecioso y emotivo.
Un abrazo