Para el reto del mes de Febrero, GINEBRA BLONDE nos propone, en su blog VARIETÉS, crear un relato con la ayuda e inspiración del subconsciente como tema principal y también con alguna de las fotografías que nos sugiere de Noell S. Oszwald.
El texto puede ser en cualquier formato. Además, como guinda del pastel, nos propone escoger una de las siguientes palabras sin traducción del griego, e incluirla en el texto:
MERAKI - KAIMÓS - KÉFI - FILAUTÍA
Aquí puedes encontrar el resto de imágenes y relatos
participantes de esta interesante propuesta.
"LA NOCHE INTERMINABLE"
Foto: "Pesadilla" de Noell S. Oszvald
Aquella noche no salí. Aproveché para preparar mi cena preferida y ver una de mis películas favoritas. A él no le gustaba ni una cosa ni la otra, así que esa era mi noche.
Él había salido a celebrar los cuarenta de uno de sus mejores amigos. Es el primero en llegar a tan señalada cifra y fueron a celebrarlo por todo lo alto.
Disfruté de mi cena de soltera y mi dramón romántico, pero cuando empezó a vencerme el sueño, decidí acostarme. No tenía sentido esperarle, se lo estaría pasando bomba con sus amigos, ves a saber a qué hora volvería.
Era la una de la madrugada. No debí beber tanta Coca-Cola con la cena, por las noches me despeja demasiado, pero es que me apetecía tanto. No fue lo único que me impidió conciliar el sueño, escuché a los vecinos discutir al otro lado de la pared. Siempre estaban igual. Si no fuera porque no quería meterme en líos, me hubiera levantado a picar a su puerta. O mejor aún, podría haber llamado a la policía, pero no quise problemas. Me di la vuelta en la cama, intentando encontrar la postura que me ayudara a dormir. Pero cuando empecé a abrazar el sueño, llegó el camión de la basura y me despertó de nuevo.
Eran las dos de la madrugada. La vecina de arriba llegó de su cita de los sábados noche, y aunque intentaba con sus pasitos delicados no molestarnos, sus tacones siempre la delataban.
Eran las tres y media de la madrugada. Aproveché que la Coca-Cola ya había bajado, para ir al baño y cuando regresé a la cama, me llegó el lloro frenético e incesante del bebé del bloque de enfrente. Estaba muy enfadado, les costó más de media hora apaciguarlo y conseguir que se durmiera.
Repentinamente sonó una sirena a lo lejos. Ya se sabe que en una noche de sábado en la gran ciudad nunca hay descanso. El sonido de las sirenas de noche siempre me inquieta, no lo puedo evitar. Y ya se hicieron las cuatro de la madrugada.
Cuando eran las cinco y media, oí al perro de los del segundo desgañitarse cada vez que pasaba alguien por la calle. Y es que al pobre le hacían dormir en el balcón. Pobrecito, con el frio que hacía. Hay gente que no sé por qué tiene un perro. Porque era muy grande y mi piso pequeño, sino les habría dicho que me lo quedaba.
Ya eran las seis. Oí a unos chavales que de madrugada se retiraban a sus casas, no sin antes celebrar su noche, escuchando música en sus móviles a todo volumen y que compartían con el resto de vecinos muy generosamente.
No pegué ojo en toda la noche. No se si fue el cúmulo de circunstancias o bien es que mi subconsciente quería alertarme de algo. Finalmente, después de tantas horas intentando dormir, me venció el sueño.
Me desperté sobresaltada, por culpa de algún sueño extraño. Miré el reloj y eran las nueve de la mañana, y al girarme y mirar el otro lado de la cama y ver que todavía estaba sola me asusté.
¡No había llegado todavía! Me levanté corriendo y fui en busca del móvil para ver si tenía algún mensaje avisando que no vendría a dormir. Ningún mensaje, ni suyo ni de sus amigos. Me empecé a angustiar, pensando lo peor. Lo llamé y no contestó. Llamé a uno de sus amigos y al descolgar me dijo que se despidieron de él al finalizar la fiesta y cada uno regresó a su casa. Pero él no regresó a la suya, conmigo. Ni ese día, ni los que siguieron después.
Sumida plenamente en el “Kaimós”, como mi familia de origen griego definiría esta sensación en la que me encuentro inmersa desde hace meses, lucho con mi subconsciente cada día pensando en si no fueron señales suficientes las de aquella noche para avisarme de que algo terrible estaba por suceder.
Muy bien y al final que angustia, el subconsciente es muy sabio y esa noche sin pegar el ojo algo se traía entre manos .
ResponEliminaUn besote, feliz noche.
Efectivamente, el subconsciente a veces puede enviarnos señales y alertarnos, pero nosotros no somos capaces de darnos cuenta! Un besote!
EliminaMuy bueno. Consigues transmitir ese desasosiego que, in crescendo, va apoderándose de la noche. A veces el subconsciente es como una alarma que nos avisa de algo; y la mayoría de las veces, reaccionamos cuando ya ha sucedido, sabiendo entonces que esa intranquilidad se debía a algo…
ResponEliminaLo has resuelto magníficamente, querida amiga. Mil gracias por participar.
Genial en fondo y forma, y muy bien casadas la palabra y la imagen.
Abrazo grande, y muy feliz semana, preciosa 💙
Muchas gracias Ginebra por proponernos este difícil desafio! El subconsciente, aunque a veces parezca inexistente, es muy poderoso! Un abrazote!
EliminaLa noche en vela dejando el paso a la inquietud en vena. Muy bueno, bien desarrollado y cerrado de forma magistral.
ResponEliminaUn gran abrazo, amiga
¿Hay algo más inquietante que toda una noche en vela? Ja, ja! Un abrazote amiga!
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