Para el reto juevero de esta semana nuestra compañera INMA desde su Blog MOLI DEL CANYER nos propone un reto muy acorde con estas fechas.
El reto consistirá en escribir un microrrelato de no más de 350 palabras, en torno al mes de Noviembre.
AQUÍ podréis encontrar el resto de relatos participantes.
"LA CASTAÑERA"
Foto: Pixabay
Heredé la caseta de mi tía que ya es mayor y dice que no tiene ni edad, ni salud ni humor para seguir con ella. Nadie de la familia tenía interés en la tradición familiar, y aunque solamente son unas semanas al año, me dio pena que se perdiera esa costumbre tan nuestra.
El negocio ha cambiado mucho desde que lo llevaba ella. Siendo yo niña la caseta se ponía a principios de octubre, cuando ya empezaba a refrescar. Al salir de la escuela pasaba a visitarla y me sentaba al lado de su estufa humeante, mientras ella atendía a los clientes y les entregaba los cucuruchos llenos de castañas calentitas y boniatos recién hechos. Yo regresaba contenta a casa con mi cucurucho entre las manos heladas para calentármelas. Aunque, algunas veces llegaba a casa con los bolsillos llenos de cáscaras.
El viejo puesto de mi tía situado en la plaza del pueblo, ahora abre unos días antes de que acabe octubre. Atiendo el puesto todo el día a pleno sol y en manga corta. No les reprocho que pasen de largo sin comprar nada, con esta temperatura no apetecen ni castañas ni boniatos calientes. Alguna clienta de mi tía viene a comprarme, no sé si por gusto o por costumbre, y me obsequia con algún panellet casero, frutas confitadas o una botellita de moscatel.
Los días transcurren viendo pasar arriba y abajo a la gente sin pararse en mi puesto, solo cuando enciendo el fuego y el aroma a brasas impregna de olor la plaza reparan en mi presencia.
Lo que sí observo, las noches previas a “Todos los Santos”, son los jóvenes disfrazados de toda clase de personajes terroríficos, pintados con imaginativos maquillajes tan realistas, como sacados de una película de miedo. El color naranja y negro invaden las calles con sus vestiduras, y la calabaza es la reina de la fiesta. Las castañas y boniatos han pasado a un segundo plano.
La tradición continúa, pero supongo que con otros colores y aires nuevos.
Si hay algo típico este mes , son las castañas y que ricas que son.
ResponEliminaAquí en mi ciudad todavía ponen los quioscos con ellas, con batatas y maíz.
Ese olor es típico cuando se comienza a oler ya sabemos que están cerca los Santos.
Muy bonito, y esos pastelitos qué ricos.
Un besote.
Las castañeraa aun sobreviven aunque las calidaa temperaturas y las nuevas costumbres se lo pongsn dificil! Je je! Un abrazote Campirela!
EliminaOjala perdure la magia de esas tradiciones, aunque se vayan adaptando a las nuevas costumbres. Un abrazo Marifé.
ResponEliminaMientras los castaños sigan dando su fruto en estas fechas, no hay excusa para no seguir con ella! Je je! Un abrazote Neo!
EliminaSe pierden los oficios, y éste es uno de ellos. Tal vez influye que la temperatura es muy superior en esas fechas a la que había, cuando el calor de los cucuruchos era tan tentador que llamaba a acercarse, y comprar.
ResponEliminaBonito post. Un abrazo, amiga
Sin duda cuando hacía frio, las castañas calentitas eran un buen reclamo para comprar! Je je! Un abrazote amiga!
EliminaParece que sí, que Haloween llegó para quedarse y como es pagano y festivo atrae mucho a los jóvenes. Por otro lado el cambio climático podría trastocar algunas de nuestras costumbres porque, como bien dices, ¡quien come castañas asadas con calor? Ojalá que no se pierda esa tradición y solo la desplace en el calendario. Un abrazo!
ResponEliminalady_p
Yo tambien espero que el cambio climatico solo desplace ciertas cosas en el calendario y no las haga desaparecer! Un abrazote Lady_p!
EliminaHas rescatado una figura que es todo un clásico, qué bonito leerte.
ResponEliminaBesos.
Todo un icono de otoño la castañera, que espero poder ver en nuestras calles por muchos años más! Un abrazote Noelia!
EliminaEs un olor típico del otoño, e incluso del invierno. Una tradición muy bonita... recuerdo que cuando era pequeña alguna vez compré castañas asadas.
ResponEliminaUn besazo, Marifelita
El olor de castañas asadas nos transporta a la infancia! Je je! Un besote Dafne!
EliminaHola, Marifelita, tu relato desprende el color, el olor, los sabores de noviembre y del otoño, ¡qué buenos los panellets! ¡Yo quiero!
ResponEliminaUn abrazo. :)
Es que el otoño aunque sea frio, lluvioso o ventoso, tambien es muy dulce! Je je! Un abrazote Merche!
EliminaYa me gustaría probarlas, hablan de las castañas calentitas, con tanto amor a tradición, que les ruego no las pierdan porque se parece algo mágico, y sobre todo de la manera que lo relatas.
ResponEliminaUn abrazo :)
Cualquier pequeña cosa puede parecer mágica si la vives con cariño! Me comeré un par de castañas mágicas a tu salud! Je je! Un abrazote Cecy!
EliminaEs que entre las temperaturas, que no bajan, y la importación de otras tradiciones estamos perdiendo cosas muy importantes. Tú sigue vendiendo castañas y si el calor arrecia transforma tu puesto ambulante en una heladería ambulante de helado de castaña ... Gracias por sumarte, besos.
ResponEliminaGracias Inma por proponernos este reto! La verdad es que si uno no puede hacer nada contra los cambios hay que reinventarse! Je, je! Un abrazote!
EliminaNo solo es que han cambiado los tiempos, sino también el clima, todo está desquiciado, pero me daría mucha pena que se acabaran estos puestos de castañas que son el santo y seña del otoño.
ResponEliminame gustó mucho tu relato.
Me alegro que te guste el relato Tracy! Yo también espero que en la época o mes del año que sea, sigamos oliendo por mucho tiempo más el aroma tan característico de los puestos de nuestras entrañables castañeras! Un abrazote!
EliminaQue pena que se hayan perdido personajes tan entrañables como la castañera. Tu relato me ha traído recuerdos de niña, cuando mis padres me llevaban a la feria de Sant Narcís, en Girona, con el cucurucho de castañas calientes en las manos para que no se me congelaran pese a las manoplas. Y también llegaba a casa con los bolsillos llenos de cáscaras jaja
ResponEliminaMe gusto leerte, Marifé.
Un abrazo.
Que bien "Ardilla Roja"! Tenemos recuerdos comunes! Las castañeras permaneceran vivas mientras las guardemos en nuestros recuerdos! Je, je! Un abrazote!
EliminaUn relato muy bonito, nostálgico y muy real. ¡Cómo recuerdo el puesto de castañera que había frente el edificio donde vivía de adolescente con mis padres! Ya una vez casado, como en mi actual población no habían castañeras en la calle, aprovechaba la visita a mis padres para hacerme con un cucurucho de castañas. Desde hace ya unos años ese puesto ya no existe y me temo que esa tradición acabará perdiéndose a favor de otras importadas. Una pena.
ResponEliminaUn abrazo.
Desgraciadamente yo también sospecho que el paso del tiempo acabará con esta y muchas otras tradiciones! Pero si queremos que perduren en el tiempo habrá que seguir comprando castañas calentitas, aunque sea en manga corta o tirantes! Je, je! Un abrazote Josep Maria!
EliminaNos estamos americsnizando como en todo. Tendrías que poner el puesto de castañas en Nueva York. seguro que triunfaría.
ResponEliminapara aquí necesitas renovacion: Castañas con hielo, frapé de boniato...
Una lástima que se pierdan adi las cosas
besoss, amiga
Si, si! Como tu dices habrá que exportar la tradición para que parezca novedad en algun lugar y entonces triunfe! O sacarle partido al lado culinario "fashion" que también está tan de moda! Nuestro mundo ahora funciona así! Un besote amigo!
EliminaPara que haya castañeras tiene que haber castañas, que cada vez hay menos. ¡Maldito cambio climático! Besos.
ResponEliminaPues si, sin castañas, la castañera poco puede hacer, pobre! Je, je! El cambio climático está metido en todo! Un besote, Cris!
EliminaLas castañas asadas son todo un regalo en otoño. Y es tal como dices, el olor que viene de los puestos de castañas en esta época te hace desear ese calorcillo en las manos, además de que están muy ricas. De momento por mi zona, en Asturias, los puestos se mantienen.
ResponEliminaBesito!!
Por mi tierra, en Cataluña, aún puedes encontrarlas, pero desgraciadamente cada vez hay menos! Habrá que disfrutarlas mientras se pueda! Un besote Ana!
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