Esta semana comparto con vosotros mi última colaboración del año al proyecto de LITERATURA FANTÁSTICA de nuestra compañera Mercedes desde su Blog MIL Y UNA NARRACIONES.
El relato de hoy también es una "versión libre" de un cuento infantil clásico fácilmente reconocible, con un toque gamberro y un punto de humor igual que el resto de la serie.
"RAPUNZEL Y SU PEINADO REBELDE"
Rapunzel se levantó bien pronto, como cada mañana, para por entrar la primera al cuarto de baño. Y plantarse delante del espejo para desesperarse como cada día por controlar su alocada e indomable melena.
Estaba agobiada porque se pasaba al menos una hora cada mañana en el baño, desenredándose el pelo, una tarea que parecía eterna, y sacándose de entre sus embrollados mechones las cosas más peregrinas. Un día encontró una mariposa atrapada entre sus mechones, otro día una pluma de pájaro un tanto exótica, y hasta pequeñas florecitas de los árboles había encontrado.
Estaba harta de que sus hermanas vinieran cada mañana a molestarla al baño, y que picaran su puerta para que saliera pronto, que ellas también se tenían que arreglar. Y todo era culpa de su madre que no la dejaba cortarse la melena, decía que las niñas de su edad estaban más guapas así, y que para la comunión estaría monísima con un bonito peinado adornado con una preciosa diadema y unas “horquillas” que le había comprado esa misma semana con toda la ilusión.
Así que resignada, y cada vez más nerviosa, seguía cada día con su eterna pelea frente al espejo.
Una mañana, oyó una voz en el baño que le dijo:
—¡Oye, espera que me haces daño, ve con un poco de cuidado, mujer!
Sorprendida, miró a izquierda y derecha, pero en el baño no había nadie. Debía ser alguna de sus hermanas que le gastaba una broma desde el otro lado de la puerta. Y siguió con su tarea de desenredar su melena.
—¡Espera muchacha, no podemos seguir así, algo tenemos que hacer! Yo ya no aguanto más, cada día la misma historia.
Rapunzel se asustó y soltó de golpe el peine de sus manos. Oía esa voz como dentro de su cabeza, por un momento pensó que había perdido el juicio. Miró fijamente al espejo y le pareció ver por un instante que su melena se movía sola, tenía vida propia. No podía creerlo, ¿de verdad era su pelo quien le estaba hablando?
—¡Perdona que te haya asustado bonita! Pero llevo mucho tiempo callándome y no puedo más. Tu y yo nos llevamos mal, no nos soportamos y esto no puede continuar. No me tratas bien y parece que yo no te gusto así que, si ninguna de las dos tenemos que estar felices, pues mira, quizá lo mejor será que cada una vaya por su lado.
Rapunzel no salía de su asombro, y a riesgo de parecer una tonta y hacer el ridículo se decidió a contestar.
—No es que no me gustes, eres preciosa, pero creo que no te mereces estar a mi lado. Soy un desastre y creo que cualquiera te luciría mejor que yo, sabría apreciar tu belleza y cuidar de ti como te mereces.
Ese día Rapunzel se recogió su melena en una enorme trenza, que su trabajo le costó y salió volando del baño, aun sorprendida por la conversación que había tenido con su melena. En la mañana durante las clases no pudo quitarse el tema de la cabeza. Así que lo primero que hizo nada más acabar el colegio por la tarde, fue hacer una pequeña parada en la peluquería del barrio antes de regresar a casa.
Pensó que, al cortarse la melena, al menos ganaría una hora de sueño todos los días y más tranquilidad en su vida. Ya no tendría que oír a sus hermanas quejarse todas las mañanas al otro lado de la puerta. Y por fin volvería a caminar con la espalda recta, el peso de semejante melena la estaba matando.
A su madre le daría un soponcio cuando la viera entrar en casa aquella tarde, con su melena recogida y atada con un bonito lazo y dentro de una bolsa. Se pondría furiosa seguro, pero ya se le pasaría cuando pudiera venderla por un buen precio, seguro que habría alguien que la necesitaría más que ella.
Y con el dinero que sacara de la venta ayudaría a pagar la merienda de la comunión. «Porque, aunque en casa mi papá me llame muchas veces princesa, no vivimos en un palacio, ni tenemos criados, ni nos sobra el dinero, así que una pequeña ayudita nunca viene mal«.
Y ... colorín colorado... este cuento se ha acabado!
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