Hola Blogueros!
Aquí estamos de nuevo para compartiros el cuarto capítulo de mi relato “UNA HISTORIA DE SIRENAS”, como colaboración al proyecto de LITERATURA FANTÁSTICA de mi compañera Mercedes desde su Blog MIL Y UNA NARRACIONES, y en el que estoy encantada de participar.
Un par de días más tarde me encontraba ya en el Cabo Finisterre, que separa las aguas del Océano Atlántico y las del Mar Cantábrico, así que seguí la costa tal como Carolina me había indicado y con los consejos que mi padre me había dado. Llegué hasta el pueblo de mi abuelo sin encontrar a la hermana de Carolina ni poder así transmitirle su mensaje.
Cuando atraqué en el puerto de Astillero junto al resto de embarcaciones que solían estar allí todos los veranos, no pude evitar sentirme como en casa, a salvo y ver esos pequeños botes golpeandose unos con otros por la suave marejada, de otra manera muy diferente.
Para lo que no estaba preparada era para el recibimiento que me haría mi abuelo nada más llegar. Siempre había sido un hombre callado y serio, de pocas palabras y de carácter osco, nada cariñoso. Y lo que aún me asombra hoy es que nada más abrirme la puerta vino hacía mi sin mediar palabra y me dio un fuerte abrazo.
—¡Chiquilla! Tus padres me llamaron preocupados hace un par de días. No puedo creer que se te haya ocurrido esta tremenda travesura. Sorprendido me deja que tengas tan buena mano para la navegación. ¿Tu sola has podido llegar hasta aquí? Aun viéndote no puedo acabar de creérmelo. Pasa dentro, que empieza a refrescar y debes estar cansada y muerta de hambre. Tienes tantas cosas que contarme…
Y le conté mi pequeña aventura que parecía haber acabado nada más empezar, porque no había conseguido contactar con la hermana de Carolina que tenía que venir a mi encuentro. Cuando le conté mi descabellada historia al abuelo, pensando que se burlaría de mi diciendo que era cosa de mi imaginación, tuvo una reacción muy distinta a la que esperaba. Pensé que me tomaría por loca, pero sorprendentemente me contestó:
—Las sirenas son las guardianas del océano, las hadas que protegen a los pescadores y los náufragos en alta mar. La mayoría piensan que son fantasías, cuentos de borrachos y viejos marineros que cuentas batallitas inventadas de su juventud para impresionar a los jóvenes. Pero quien tiene la suerte de haber visto alguna, nunca la puede olvidar.
Yo tuve esa suerte en mi juventud, con los años nos hicimos grandes amigos. Son seres mágicos, muy especiales, te lo puedo garantizar. Pero hace ya unos años le perdí la pista, desapareció, bueno, mejor dicho se vio obligada a marcharse. Hubo un accidente en alta mar de un barco extranjero que transportaba grandes cantidades de petróleo a bordo. Todo aquel crudo se vertió en el mar, y llegó a nuestras costas llevándose por delante a infinidad de aves que quedaron atrapadas en aquel tóxico lodo, junto con muchas especies de pequeños y no tan pequeños ejemplares de especies marinas, acabando con la pesca durante años en estas costas. Muchas familias de pescadores se quedaron sin trabajo y se marcharon a otras ciudades, como hizo tu padre hace años justo antes de que nacieras.
Me quedé alucinada con la historia de mi abuelo pero aun más cuando me dijo:
—¡Anda! Acábate esa sopa que mañana te presentaré a una amiga muy especial, te encantará!
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El abuelo parece que no sólo tenía batallas, también batallas. Y aún no acaba. Le quedan aún más gordas para el siguiente capítulo.
ResponEliminaMe gusta sobre todo como enlazas la realidad actual con lo fantástico, haciéndolo así más cercano y creíble.
Besazoo smiga
Hola Gabi! Gracias por seguir la historia de Mar y sus aventuras. Este abuelo se deja cosas en el tintero para la próxima semana! A ver que nos cuenta! Un abrazote!
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