Concurso Febrero "El Tintero de Oro" - Homenaje a Italo Calvino - El vizconde demediado - "Mis dos hijos"

Este mes de febrero, desde nuestro Blog amigo EL TINTERO DE ORO, nos proponen un nuevo reto: crear un microrrelato, siempre sin exceder de las 900 palabras inspirado en la obra de Italo Calvino "El vizconde demediado". 

La propuesta de esta edición será escribir un relato en el que el personaje protagonista queda dividido en dos mitades: la “buena” y la “mala”. Esta división puede ser física (como en la novela) o psicológica.

AQUI podreis encontrar el resto de relatos participantes:

" MIS DOS HIJOS"

Imagen: Pixabay

Nuestro hijo Héctor llevaba nuestro negocio familiar, pero tras una mala temporada y una crisis económica, se vio obligado a cerrarlo y empezar a trabajar para otros. Este cambio no lo llevó demasiado bien y empezó a experimentar cierta actitud rebelde respecto a los demás. Esa nueva actitud junto a otros problemas que ya arrastraba con su pareja, provocó que finalmente se divorciara de su esposa y se marchara a vivir durante una temporada con nosotros. Era nuestro único hijo y conservábamos su antigua habitación tal como la dejó cuando se independizó.

Aquella nueva situación le hizo sentir decepcionado y tras unos meses acabó sumido en una depresión. El médico le recetó unas pastillas, pero él se negó a tomárselas. Decía que no era esa clase de persona, porque era muy capaz de solucionar sus problemas sin ayuda de nadie.

Con el tiempo empezó a tener temporadas de subidas y bajadas de ánimo. Épocas de una gran euforia y otras de profundas depresiones. Finalmente me hizo caso y después de visitar a nuestro médico de familia de toda la vida, nos aconsejó un neurólogo y tras numerosas pruebas le diagnosticaron Bipolaridad. Aunque es una enfermedad que no tiene cura, es posible manejarla y mantenerla a raya con un buen tratamiento, pero la noticia no la recibió con demasiado optimismo.

Entre sus numerosos episodios de euforia, el más sonado fue aquel en el que un día, tras tocarle una modesta, aunque sustancial cantidad en la lotería, no se le ocurrió otra cosa que, al cobrar el dinero repartirlo entre los vecinos. Tuvo la picardía de ir al banco y pedir billetes de los más pequeños para poder salir al balcón y tirarlos a la calle. ¡Que satisfacción!¡Siempre quise hacer algo así! Decía nuestro hijo mientras su padre y yo nos lo quedábamos mirando petrificados, pensando cómo se le pudo ocurrir algo así. Los vecinos hoy en día lo recuerdan divertidos cuando se cruzan con él por el barrio o la escalera.

Una noche se levantó inquieto de la cama, no podía dormir y decidió coger el coche, casi desnudo, vistiendo únicamente unos calzoncillos y marcharse a dar un paseo por las costas del Garraf. Cuando ya se sintió algo más relajado y tranquilo, cansado de conducir, llamó a un primo suyo desde una cabina telefónica en Sitges a las cinco de la mañana, para saludarlo y pedirle si podía venir a buscarle, porque no sabía ni donde estaba ni como había llegado hasta allí.

Tras explicarle este y otros episodios a su médico tuvo claro que su situación era muy inestable, los empleos no le duraban demasiado y nadie quería contratarlo. Con los meses y después de luchar mucho, debido a que su juventud era un gran inconveniente, consiguió una modesta paga de invalidez parcial.

Con tanto tiempo libre del que disponía y ninguna idea de provecho para hacer con él, se le presentó otro problema. Descubrió un pasatiempo que no era demasiado recomendable, pero que parecía que en él encontraba algún tipo de reconfortante consuelo. Su pequeña paga la invertía algunas tardes en un local de juego muy próximo a casa. Su afición era tal que no solo se dejaba allí su modesta paga, sino que en alguna ocasión eché en falta dinero de mi cartera, agravando así la ya difícil convivencia con nosotros. Opté entonces por poner llave y cerrojo en nuestra habitación para evitar esos pequeños robos que empezaron siendo ocasionales pero que acabaron repitiéndose regularmente.

Nosotros, jubilados desde hace años, hemos intentado ayudarlo y apoyarlo siempre con su problema, gestionando su paga y pasándole una pequeña cantidad cada semana para que él la administre como quiera. Este sistema funcionó bien al principio, pero con el tiempo nos dimos cuenta que no fue del todo acertado. Encontró la manera de conseguir dinero entre conocidos, familiares y amigos, pero cuando se cansaron y ya no respondían a sus demandas, empezó a pedir a terceros y desconocidos con el peligro que comporta cuando uno no puede devolver el dinero. En alguna ocasión había vuelto a casa con algún moratón, dándonos dudosas explicaciones pero que al final acabamos descubriendo la verdad.

Ahora, con sus cincuenta años recién cumplidos se ha convertido en un chico de quince, tutelado de nuevo por nosotros, y todo un rebelde que no se deja ayudar. Sus aventuras las consideramos pequeñas travesuras que necesita su cabeza inquieta e inteligente, para estar ocupada.

A ojos de los demás despierta sentimientos opuestos; unos piensan que es un pobre hombre que ha tenido muy mala suerte con esta enfermedad suya, otros mayoritariamente, piensa que es un caradura que vive a nuestra costa y se aprovecha de nosotros para vivir “sin dar un palo al agua”. No sé lo que puede parecer visto desde fuera, pero para nosotros es muy duro ver como tu hijo se desdobla en dos personas distintas constantemente. Y sin saber con cual de ellos tratas en cada momento, solamente te queda aceptar la situación en la que se encuentra, recordarle que le quieres, vigilar que tome su medicación y estar pendiente de que su otro “yo” no se meta en líos.