Tras una gran pausa durante los meses de verano, esta semana reanudamos nuestra colaboración al proyecto de LITERATURA FANTÁSTICA de la compañera Mercedes desde su Blog MIL Y UNA NARRACIONES, y en el que ha sido un placer participar durante varias semanas este año.
En esta ocasión continuamos con una serie de versiones alternativas, actualizadas a nuestros tiempos, de clásicos cuentos de toda la vida, que muchos de vosotros reconocereis enseguida. Espero que os gusten:
Blanca vivía en el bosque, con sus siete personas preferidas. Eran sus mejores amigos,
porque siempre la habían ayudado cuando los necesitaba y incluso a veces sin
tener que pedírselo. Como aquella vez que conociendo a su príncipe, el que
creía que sería su novio ideal y su marido para toda la vida, resultó salirle
rana, como suele decirse, y dejaron correr su noviazgo, yendo cada uno por su
lado.
Ella se
refugió en el bosque con sus queridos amigos, que la acogieron encantados, y le
dijeron que por ellos como si se quería quedar a vivir con ellos para siempre,
y que se olvidara del castillo, de su madrastra y de príncipes. Que ella se
bastaba sola para ser feliz.
Un día
paseando por el bosque se tropezó con un gran espejo, que le pareció un poco
familiar. Se trataba del espejo mágico de su madrastra, la bruja que le había
hecho siempre la vida imposible. Hacía meses que no sabía nada de ella, y casi
que mejor.
Se acercó
tímidamente, ya que no le dio buena espina, y al estar a un palmo del espejo,
de pronto surgió un rostro desconocido para ella que le dijo:
—¡Blancanieves
querida! ¿Qué hace una linda muchacha como tu perdida por este oscuro,
tenebroso y triste bosque? — A lo que Blancanieves respondió:
—Pues mira,
no estoy ni perdida, ni este bosque es tenebroso ni triste. Esta es mi casa
ahora y por fin me siento feliz, querida y bien acompañada.
—¡Pero
chiquilla! Una joven linda como tú, en edad casadera con las propiedades
heredadas de tu familia, cualquier príncipe estaría encantado de casarse
contigo.
—No me hables
de príncipes, que ya con el que conocí el año pasado salí escaldada, que no es
oro todo lo que reluce, y de momento no tengo ánimos ni ilusiones de meterme en
otro fregao semejante.
—¡Mujer! Pero
un día tendrás que buscar un marido y formar una familia. No es menos lo que se
espera de una princesa como tú. Yo puedo ayudarte.
—Pues quien
sea que este esperando eso, ya puede esperar sentado porque ahora mismo no
tengo ninguna intención de buscar nada, y si un día me apetece buscar, pues ya
me espabilaré sin ayuda de nadie ¿sabes? Creo que yo solita podré hacerlo.
—Eso es lo
que dices ahora que eres joven y tienes toda la vida por delante, pero cuando
seas mayor como tu madrastra, no pensarás de la misma manera, ya lo verás. Y
entonces ya no serás ni tan bella, ni llamarás la atención de nadie, y aunque
quieras casarte ya no podrás.
—¡Mira
espejito! Te estás poniendo un poco impertinente para mi gusto. Ya te he dicho
que me va muy bien ahora y si llegado el momento me apetece pues ya me buscaré
a alguien. Porque otra cosa te digo, igual no me busco un príncipe, igual me
gusta más una princesa. O incluso me enamoro de alguien que no sea de la
realiza, porque la vida de palacio es muy estresante, que le leído muchos
cuentos, y solo hay mala gente con ganas de perjudicarte. —Te voy a decir una
cosa jovencita…
—Y antes que
el maldito espejo pudiera pronunciar una palabra más, aunque pesaba un quintal,
Blancanieves consiguió arrastrarlo hasta el borde del lago, y allí lo dejó caer
hasta lo más profundo de sus oscuras aguas para que ya no pudiera molestar a
nadie nunca más.
Y ... colorín colorado... este cuento se ha acabado!

