Cumplidos los quince no quería seguir
estudiando, aquel curso fue un verdadero desastre. No estaba centrada, quizá
nunca lo estuve pero en aquellos momentos aun menos. Mis padres habían
fallecido en un aparatoso accidente de tráfico, y me quedé a vivir en casa de
mi abuela. Todo me daba igual y permanecer allí encerrada entre aquellas cuatro
paredes recordándome a ellos cada objeto y rincón a cada instante, me estaba
volviendo loca.
Al acabar las clases, la hermana de mi
abuela, que vivía en Estados Unidos me hizo una propuesta. Si quería ir con
ellos, a pasar el verano, ganarme un dinero cuidando a los gemelos de sus
vecinos, aprender inglés y ver mundo, me esperaban encantados. Para disgusto de
mi abuela, acepté su oferta y me fui sin dudarlo, a la aventura americada, como
ella decía, mientras se despedía de mi en el aeropuerto.
Me marché con poco equipaje: ropa de verano,
un par de libros, y algunos objetos de mis padres, que guardaba siempre conmigo.
La funda de las gafas de mi padre y un ramito de flores secas que me había
regalado en mi último cumpleaños juntos. De mi madre conservaba una cajita de
madera con algunas de sus pinturas y perfumes y un pequeño estuche de
terciopelo rojo que contenía las alianzas de ambos, recuperadas del día de su
accidente.
Pero al finalizar aquel verano no regresé,
porque Anna, la hermana de mi abuela, me preguntó si quería volver o quedarme
una temporada más con ellos, y me pareció una idea estupenda. Les había tomando
cariño a los gemelos y podría mejorar aun más mi inglés e intentar continuar
mis estudios allí sin problemas.
Estuve varios años más viviendo en casa de la
tía Anna y en mi dieciocho y veinticinco cumpleaños recibí la visita sorpresa de
mi abuela. Nunca imaginé que aquella mujer que nunca había salido de su pueblo,
se decidiera a tomar un avión y venir por fin a ver a su hermana al otro lado
del mundo, con la excusa de venir a visitarme. Me hizo mucha ilusión.
Con los años conocí a mi actual pareja y nos
fuimos a vivir un año más tarde al mismo vecindario, unas calles más abajo de
donde vivía la tía Anna. El me preguntó si deseaba que fueramos de vacaciones a
mi tierra algún verano y así podría presentarle al resto de mi familia, pero
nunca tuve necesidad, o quizá siempre busqué alguna excusa para no hacerlo.
Pero ahora era diferente. Un mes atrás
recibí la llamada de una prima mia para decirme que mi abuela había fallecido y
sin pensarlo, compré un billete en el primer avión que encontré para regresar a
casa y poderme despedir de ella de alguna forma, aunque ya fuera tarde.
Al entrar al velatorio y verla allí
durmiendo tan relajada y plácidamente me deshice en lloros y me asaltó la culpa.
Por no haber regresado con ella, como quizá siempre quiso pero nunca se atrevió
a pedírmelo, y así acompañarla durante los últimos años que le quedaban.
Y mientras le daba vueltas a aquellos
pensamientos dolorosos, a mi espalda oí una voz que me dejó helada, y un aroma
dulzón que reconocí enseguida y que sin saber porqué me produjo naúseas. Me
giré despacio y temerosa de comprobar que se trataba efectivamente del hijo
menor de mi abuela y al que mi memoria había desterrado para siempre.
Tuvo el atrevimiento de acercarse a mi y sin
esperarlo ni darle yo pie a ello, me besó en la mejilla, quizá demasiado cerca
de los labios, y me abrazó con fuerza, también excesiva para mi gusto, mientras
ese perfume, analizado de nuevo por mi olfato, explotó en mi cabeza en forma de
recuerdo.
Reviví aquel otro abrazo lejano, que quedó
borrado en mi memoria como un gesto de compasión hacia mi, y de pronto se
convirtió en otra cosa. Algo complicado de explicar para mi ahora y mucho más
difícil de aceptar. Me vino a la mente como algo sucio, que debía ser
escondido. Avergonzante, por el simple hecho de pensar en la posibilidad de que
en realidad fuera así como yo lo recordaba ahora, nítido. Con todos aquellos
matices que con los años y debido a mi juventud e inocencia no supe captar entonces,
aunque algo en mi, en el fondo de mi consciencia sabía que no eran limpios, puros
ni sinceros.
Aquel olvidado abrazo que me aprisionaba con fuerza y aquel perfume fuerte que me mareaba, mientras notaba que las puntas de sus dedos se metian sutilmente por mi cintura, entre el principio de mi falda y el final de mi blusa, intentando llegar a mi piel. Y mientras sus labios pegados a mi oreja, soltaban su desagradable aliento y susurraban en mi oído aquellas pegasosas y arrastradas palabras: “yo cuidaré de ti, no tengas miedo”. Temerosa estuve durante meses en la casa de la abuela, de no quedarme de nuevo a solas con él. No podía imaginar de lo que sería capaz, aunque su turbia mirada podía darme alguna pista de ello.
En el tanatorio, antes de dejarle seguir hablando, mis labios
esbozaron una tenue sonrisa, quizá por los nervios o por mi improvisada determinación.
Y al pasar por su lado y dirigirme fuera donde se encontraba el resto de su
familia, fue cuando vi el terror en sus ojos, como si supiera exactamente lo
que por fin estaba dispuesta a hacer.
Una historia de dolor y superación en la que nos muestra cómo los traumas del pasado pueden permanecer ocultos durante años, pero también cómo el proceso de recordar, entender y enfrentar esos momentos oscuros puede ser una forma de sanación.
ResponEliminaLa última escena, cargada de tensión pero también de justicia implícita, indica que tu protagonista ha dejado de ser víctima pasiva para convertirse en alguien que, finalmente, reclama su verdad.
De verdad que me ha parecido un relato precioso, pero con reflexiones muy bien colocadas.
n permiso me que enlazado a tu blog. Un abrazo y encantado de estar.
Hola Agapxis!
EliminaSin duda los traumas del pasado, por mucho que queramos esconderlos en nuestra memoria, aparecen tarde o temprano como viejos fantasmas. Es difícil no tener miedo pero hay que reunir fuerzas para saber manejarlos y no permitir que controlen nuestra vida! Me alegro que te haya gustado! Un abrazote!
Muy bue texto y una narración divina, me has tenido enganchado totalmente.
ResponEliminaLos traumas yas los abusos por familiares no se olvidan y dejan un huella demasiado fuerte.
El irse al otro lado del charco para mí que le salvo la vida, era un objetivo para su tí, ha sido pues, una huida a tiempo fue su salvación. Un besote,
Hola Campirela!
EliminaEn este tipo de problemas uno no puede vivir toda la vida como victima y con mala conciencia, pensando si hizo algo mal o fue su culpa! Se necesita liquidar cuentas y vivir la vida sin viejos fantasmas! Aunque hayan cosas imposibles de olvidar! Un abrazote!
Nos has retratado una fuga previa y un regreso posterior para poner en orden las cosas. No exactamente "para" , pero que fue bien aprovechada.
ResponEliminaLa fuga parece que fue por la muerte de los padres, pero puede que también fuera, sabiéndolo o no, por lo otro.
Aunque creo que fue un regreso puntal.
Besazooo, amiga
A veces una fuga puede parecer la solucion de un problema, pero siempre algo queda! La casualidad o la propia vida nos pone situaciones en el camino que hace que revivamos esos temas pendientes obligandonos a tomar decisiones al respecto! Un abrazote!
EliminaHola Marifelita, excelente relato y mejor narración. Los traumas pasados o presentes, dicen que hay que superarlos, pero en ocasiones una huída a tiempo te salva.
ResponEliminaIntenso relato que me ha gustado mucho.
Un abrazo
Gracias Nuria! Hay momentos de la vida en la que ciertos problemas son dificiles de afrontar y solo queda la huida! Este en concreto es muy complejo para un niño! Un abrazote!
EliminaMuy bueno Marifelita, a veces los traumas del pasado no se terminan de superar y es necesario huir.
ResponEliminaUn abrazo 🤗
Hola Dakota! A veces de adultos ya tenemos las herramientas que de niños nos faltan para afrontar esos traumas del pasado! Un abrazote!
EliminaOlá, querida amiga Marifelita!
ResponEliminaUm relato muito bem escrito onde a dor vai e volta do coração do que a recebeu.
Exige superação e leva tempo... coragem para recomeçar e fugir de tudo que lembre o que causou traumas no coração.
Tenha uma nova semana abençoada!
Beijinhos fraternos de paz
Hola Roselia! Efectivamente para superar situaciones asi hace falta mucho coraje, entereza y valentia! El tiempo y la distancia tambien ayuda a poner las cosas en su sitio! Un abrazote!
EliminaMagnífico relato, por su buena narrativa, aun en la crudeza de su contenido. Situaciones que se adhieren perennes en el alma y en todos los sentidos que, aun cuando puedan quedar en una especie de letargo, reviven en modo de alerta al tenerlo de nuevo cerca.
ResponEliminaY un sentido de culpabilidad respecto a su abuela; pero ese terrible recuerdo solapado que fue el que pudo impedir, inconscientemente, el que ella regresara…
Un placer, querida amiga.
Muy buen aporte.
Abrazo enorme, y feliz día 💙
Hola Ginebra! Supongo que esas situaciones traumáticas se quedan comp escondidas en el subconsciente y luego con cualquier estimulo externo salen de nuevo a la superficie. Dificiles de superar e imposibles de olvidar! Un abrazote!
EliminaMe quede pegado en el velatorio y la llamada. algo no me dejaba seguir leyendo, y volví atrás... nunca apareció este personaje desagradable y abusador, y quedé con la duda si contaste o no a la familia. No, no importa. Creo que es un relato que muchas quisieran contar, pero el miedo a ser rechazada se los impide, y muchos van quedando libres y siguén en sus andanzas. Es un tema que me abruma.... proque creo que todos tenemos algo que callamos y nosp ersigue toda la vida.
ResponEliminaHola Gustab!
EliminaNo hablé del personaje al principio intencionadamente, para que al lector le aparezca de golpe como a la protagonista en su recuerdo. Efectivamente es un tema muy delicado y que desgraciadamente muchas niñas y mujeres viven en primera persona todavía! Un abrazote!