dissabte, 12 d’octubre del 2024

Concurso Octubre - Tintero de Oro – Homenaje a Miguel Delibes y “El camino”– “Casio, el dentista “

Empezamos un nuevo curso de la mano de nuestros amigos de "EL TINTERO DE ORO". Este mes de Octubre, nos proponen el siguiente reto:

Escribir un relato donde el protagonista sea el entorno rural. Que nuestra historia transcurra ambientado en el mundo rural o donde la Naturaleza desempeñe un papel fundamental.

AQUI podreis encontrar el resto de relatos participantes:


"CASIO, EL DENTISTA"

Imagen: Pixabay


Nunca me cansaré de escuchar aquella historia. De cuando mi madre era niña y estuvo un par de días rabiando en casa con un tremendo dolor de muelas. La abuela, que conocía la mala fama del dentista del pueblo se resistía a ir a su consulta, pero como el dolor era insoportable y de noche incluso se le iba la cabeza de la misma fiebre, al tercer día, armándose de valor decidieron llevar a mi madre.

Ella siempre había oído que a Don Casio le llamaban el Carnicero, convencida que tendría un negocio donde despachaban carne en algún pueblo cercano y lo de sacar muelas era un más a más que hacía para sacarse un dinerillo. Porque lo que eran dentistas, por aquel tiempo y por aquellos lares, no había demasiados.

Tras atravesar la mies de varios vecinos, a zancadas mi abuela, y a rastras mi madre, llegaron al caserío. Al abrirles la puerta su mujer e invitarlas a entrar en lo que muy generosamente ella llamó la consulta, ya se dieron cuenta que distaba mucho del dispensario médico donde las atendían habitualmente el doctor y su enfermera en Marina de Cudeyo, a unos kilómetros de allí.

Era un cuarto con un ventanuco alto y pequeño que no dejaba ver el exterior ni entrar luz al interior. Mi madre se sentó en aquella silla, que en mejores tiempos habría sido de un buen dentista, y esperó nerviosa a Don Casio.

Llegó tras un buen rato, saludando sonoramente al entrar y se dirigió directamente a la consulta donde su esposa le había anunciado que estaban esperandole. Se quitó rápidamente la chaqueta, se arremangó la camisa y mientras le preguntaba a la abuela, sentada en un rincón cual era el problema, sin lavarse las manos se puso manos a la obra pidiéndole a mi madre que abriera la boca y le señalara la muela que le dolía.

Le acercó una potente luz a la cara que la cegó por unos minutos mientras le daba un vaso con un enjuague según dijo para adormecer la muela, aunque por el olor a ella le recordó los licores que corrían por casa los domingos.

Se encontró enseguida unas tenazas enormes en la boca con las que él pretendía tirar fuerte para extraer aquella dolorosa muela. Cada vez que el bruto de Don Casio tiraba de ella, mi madre le seguía levantando todo su cuerpo de la silla, y así varias veces porque aquella muela no quería salir. Don Casio empezó a ponerse nervioso al ver que la operación se eternizaría de aquella manera. Decidido colocó una rodilla sobre el regazo de mi madre sorprendida, mientras que con un brazo la sujetaba a la altura del pecho frenando su avance, con el otro tiraba con todas sus fuerzas, sin demasiado buen resultado. En el último tirón, al extraer por fin aquella maldita muela, mi madre entre sollozos soltó un buen grito al notar un corte en el labio. Mi abuela agarró a mi madre del brazo y la sacó de allí mientras con una retahíla de insultos se despedía de Don Casio camino al dispensario. Allí le cosieron la herida con varios puntos que hoy tras cuarenta años, aún se le nota la cicatriz.

Después de semejante aventura, mi familia tardó en volver a visitar a Don Casio. Cuando pensaban que nunca más volverían a solicitar sus servicios, un par de años más tarde, Caridad, la hermana pequeña de mi madre, tuvo una emergencia una tarde de domingo. Sin vacilar y debido a la urgencia, mi abuela acudió al dispensario de Don Casio de nuevo. Les abrió la puerta su esposa, tan amable como siempre y les ofreció un café mientras esperaban a que él regresara. Uno de sus hijos fue a buscarlo a la bodega del pueblo, donde estaba tomando unos vinos con algunos vecinos mientras echaba una partida al mus.

Caridad era pequeña, pero algo había oído sobre la mala fama de Don Casio. Iba asustada, pero estaba alerta y vigilante a lo que pasara en aquella consulta. Don Casio tan pronto llegó, repitió su ritual habitual: se quitó la chaqueta, se arremangó la camisa y mientras preguntaba a mi abuela cual era el problema, llenaba un vaso con el supuesto enjuague y se lo tendió a la pequeña Caridad. Nada más oler aquel licor, la pequeña tiró su cabeza para atrás negando con la cabeza y apartando el vaso que Don Casio le ofrecía. Éste acercó la potente luz a la cara de la niña mientras intentaba que abriera la boca. Caridad se asustó al ver la cara de Don Casio tan cerca de la suya, con aquellas pobladas y negras cejas y su fuerte aliento a vino, y aún hoy nadie sabe que fue primero, si el mordisco que le propinó en la mano al dentista o la patada que recibió éste en su entrepierna.

Ni que decir tiene que ningún miembro de la familia se le permitió volver a la consulta de Don Casio, ni tampoco pasar por los alrededores de su casa. Únicamente coincidían los domingos en la iglesia, y se intercambiaban miradas llenas de rencor y desprecio desde lejos.

“Justicia divina” decía la abuela al salir por última vez de aquella consulta, y aún lo sigue diciendo con una leve sonrisilla cuando nos cuenta su historia.


*Mies: En Cantabria, conjunto de sembrados de un valle.



AQUI podreis encontrar el resto de relatos participantes:




20 comentaris:

  1. Muchas gracias, Marifelita, por participar con este relato en el homenaje a Delibes. Un abrazo.

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    1. Gracias a vosotros Marta, por la propuesta y por organizar el concurso una temporada más! Un abrazote!

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  2. Muy bien descrito, muy acorde con un ámbito rural.
    Que dentista más sádico y más desastroso. Se ganó esa patada y esa mordida.
    Besos.

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    1. Gracias Demi! Es que por lo visto, antaño le llamaban "dentista" a cualquiera que sacara muelas! Ja, ja! Un abrazote!

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  3. Genial, Marifelita! Don Casio merecía eso y mucho más. Muy bien llevada toda la historia con un final reconfortante para todos los que hemos sufrido a los dentista de antaño. Un abrazo

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    1. Es que gracias a personajes como Don Casio, ir al dentista se ha convertido en toda una pesadilla! Ya forma parte del imaginario popular! Ja, ja! Un abrazote Juana!

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  4. La gente en los pueblos no tiene dientes precisamente porque existen muchos "Don Casio" en el mundo, a los 20 años ya los parroquianos andas desmueletados y con puente.

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    1. Los pobres vecinos desdentados por culpa de la poca pericia de los miles de "Señor Casio" que hay repartidos por todo el mundo! Je, je! Un abrazote Jose y suerte en el concurso!!!

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  5. Buen relato Marifelita! Y bien narrado, la verdad, comprendo la actitud de quienes se pusieron en manos del carnicero...Suerte! Un abrazo!
    lady_p

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    1. Es que el viejo Casio tenía más de carnicero y menos de dentista de lo que la gente esperaba! Ja ja! Un abrazote Lady_p y suerte en el concurso!!!

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  6. Qué relato más bueno, y me has hecho recordar a historias oídas por mis abuelos.
    Sin duda ese hombre era un carnicero, pero de primera ajajá.
    Pobres muchachas, solo de pensar en el dolor que ya llevas de muelas y encima ese energúmeno, me da grima jaja.
    Un besote, feliz domingo.

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    1. Seguro que cada familia tiene sus historias sobre las visitas al dentista! Je, je! Que miedo! Y a cual peores! Y carnicero no era Don Casio, pero dentista tampoco! Je, je! Un abrazote y mucha suerte en el concurso!

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  7. Jakaa... Toda una caricatura, y la foto parece un auténtico potro de tortura.
    Pobre don Casio, con toda su buena voluntad, con tan pocos dentistas.
    Pensaba por el nombre que siempre llegaba tarde o que sacaba la calculadora psra hacer la factura. ¿ de donde sale el nombre?
    Magnífico texto cómico dentro de un conjunto de relatos entre tristes y melancólicos.
    ah... el.mordisco fue Caridad seguro, pero la patada no me quedó claro.
    Abrazooo

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    1. Don Casio le ponía mucha voluntad y fuerza, pero poca maña!! Ja, ja! El nombre es relativamente común por las tierras del norte... Un toque de humor no viene mal, que nos estábamos poniendo todos muy meláncolicos pensando en el pueblo y en otros tiempos! Eso si, a la pequeña Caridad y compañía no les hizo nada de gracia! Je, je! Un abrazote amigo!

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  8. Hola, Marifelita, la de muecas que he hecho leyendo en relato, sentía el dolor de la muela y los tirones, madre mía con el Casio, no salió tan bueno como los relojes. Menos mal que los dentistas han evolucionado porque de lo contrario, más patadas ahí mismo se llevarían...
    Un abrazo. 🤗

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    1. Hola Merche! Así que te ha dolido el relato eh? Eso es que he conseguido explicarlo bien! Je, je! Por suerte, los Don Casio del mundo actual han conseguido que muchas generaciones posteriores conservemos todos nuestros dientes pasada la cincuentena! Je, je! Un abrazote y mucha suerte en el concurso!

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  9. Yo no sé si el cuento es serio o no, pero yo me he reído de lo lindo; me lo he imaginado Todo, y es que lo cuentas con un salero que es imposible no sonreírse. ¡Madre mía... qué bestia! Pero el buen hombre hacía lo que podía, jaaja. Yo he escuchado casos peores, como atar la cuerda desde el diente al burro y tirar... Era lo que había, aunque en tiempos de tu madre me parece que el dentista, si es real, que no puede ser sino fruto de tu mejor imaginación, era un gran cuentista y merecida se tenía la venganza de la abuela, jjaja
    Buenísimo. Gracias por el ratito :)
    Un abrazo :)

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    1. Me alegro que te haya gustado Volarela! Si os he arrancado una sonrisa (y no una muela) me doy por satisfecha! Ja, ja! Había elementos antaño como Don Casio que hacían lo que podían con lo que tenían, pero todos los que pasaron por sus manos seguro que no lo olvidaron nunca! Un abrazote y mucha suerte en el concurso!

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  10. Hola Marifelita, ¡qué buen relato! Creo que todos hemos conocido a un doctor apodado "el carnicero" jajaja. Y bueno este Don Casio es algo serio. Me has sacado una sonrisa con lo que ha sucedido las dos veces en su consulta. También me has hecho pensar en esos tiempos cuando no había dentistas o eran escasos, me imagino que los doctores de toda la vida eran los que los suplían. Me ha gustado mucho, suerte en El Tintero.

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    1. Es que con ese apodo, ya no invitaba a visitarlo demasiado, la verdad! Pero es que cuando uno tiene un buen dolor de muelas y ya no aguanta más el dolor... Quitemela, Don Casio, por favor!!!! Je, je! Un abrazote Ana y mucha suerte en el concurso!

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