La
propuesta que nos hace GINEBRA BLONDE en su blog VARIÉTÉS para este mes de Noviembre es elegir una
de las imágenes sugeridas y dejándonos llevar por aquello que nos inspiren,
incluir un suceso que pueda parecer descabellado, pero que sea un propósito o
sueño por cumplir.
Aquí puedes encontrar el resto de relatos participantes de
esta propuesta.
Ella ingresó en la orden para tener
una vida en paz. Vivía en un convento de clausura aislada del mundo, de todo y
de todos. Para no sufrir injusticias, no rendir cuentas con nadie, no tener que
tomar decisiones, ni equivocadas ni acertadas. Así nadie se aprovecharía de
ella, la lastimaría, ni la cuestionaría.
Se limitaría a seguir las reglas del
culto, ser respetuosa con sus compañeras y encontrar algún sentido a su nueva vida
de encierro. Los días pasaban tranquilos con muchas horas dedicadas a la
oración y al trabajo que aseguraba su sustento. Algunas hermanas tejían
mantelerías muy apreciadas en la zona. Otras más habilidosas con la repostería
preparaban deliciosos dulces de calidad bien reconocida desde hacía varias
décadas. La magistral receta pasaba de unas novicias a otras, con algunas
variaciones, pero sin perder una pizca de la genuina dulzura y sabor de la
receta original.
Su vida transcurría sin apenas
influencias ni informaciones exteriores. Ni llamadas a familiares, ni conexión
a internet, ni noticiarios ni periódicos. La madre superiora era la encargada
de estar en contacto con el mundo exterior y ponerlas al día de cualquier
información que les pudiera interesar o afectar.
Y una mañana durante el desayuno,
como siempre en el más estricto silencio, la madre superiora se presentó ante
todas y les dio la noticia. El obispado había decidido, como gesto de apertura
a los nuevos tiempos, y con la necesidad de reducir gastos, destinar sus
instalaciones para actividades más productivas y librar a su orden de la
clausura. Serían trasladadas a distintas órdenes, repartidas por diferentes
ciudades del país.
Se le hizo muy extraño, tras casi veinte
años interna en el convento, llamar a su familia para darles la noticia
personalmente. Casi no recordaba como sonaban sus voces, y tampoco sabía cómo
recibirían la noticia. No estaba segura de si sería capaz de reanudar la
relación que dejó con su familia tantos años atrás y de forma totalmente
voluntaria.
Lo más impactante para ella fue poner
un pie en la calle, fuera del recinto del convento. Hacer el camino inverso que
recorrió tantos años atrás. Ahora se dirigía hacia la estación de tren con una
pequeña mochila como único equipaje en busca de su nuevo destino. No podía
dejar de mirar todo a su alrededor, a todos los que se cruzaban con ella. Calles
llenas de nuevos negocios, amplias avenidas y bonitos parques que no recordaba.
Al llegar a la estación compró su pasaje
con unas monedas que al entrar en la orden aún no existían. El vagón estaba
lleno de gente, no como aquel solitario domingo en el que ingresó en la orden.
En cada estación iba apeándose y
entrando pasajeros nuevos. En una de ellas subió al vagón una madre acompañada
de sus tres niños, que fueron a sentarse justo en frente de ella. Nada más
fijarse en la mujer no pudo retirar la mirada de ella. Vestida con lo que se
conocía como un burka, su tupida vestimenta solo dejaba visibles un par de ojos
brillantes y oscuros. Supo que se trataba de una mujer porque oyó su suave voz
al dirigirse a sus hijos, su atuendo no dejaba adivinar nada más. Le pareció
increíble que en estos tiempos una mujer llevara en occidente una indumentaria
que parecía extraída del medievo.
Mientras los niños hablaban entre
risas y juegos, despreocupados durante el largo trayecto que compartieron juntos,
pensaba en cómo debía ser el día a día de aquella mujer. Se la imaginó libre
entre las cuatro paredes de su casa, con una vida plácida, como ella en su
convento. Pero nada más pisar la calle, era como una prisionera dentro de los
pliegues de su amplio, oscuro e intrigante vestido. Encerrada entre las
palabras de su idioma, solo compartido con sus hijos y su esposo. Encadenada a
su cultura, aun estando tan lejana a kilómetros de distancia, la sentiría como
tatuada en la superficie y bien grabada hasta lo más profundo de su consciencia.
De pronto sintió una especie de
conexión con aquella mujer, pese a sus diferencias culturales y de culto, que
no dudaba eran muchas, pensó que había un vínculo invisible entre ellas. Nunca
podría conocer a fondo las peculiaridades de la vida de esa mujer, ni saber si sería
de su elección, pero estaba convencida de que compartían sensaciones.
Ella también vivía desde hacía años
en un retiro de la sociedad, escondiendo bajo su hábito sus formas femeninas,
encerrada en su convento, negándose una vida llena de experiencias,
conocimientos e intercambio de opiniones y visiones de las cosas con el resto
de la humanidad. ¿Quién era ella para juzgarla?
Se preguntaba si llegaría un día en el que ninguna de ellas se escondiera de la vida detrás de sus velos y ropajes, de sus cultos y creencias, quedando desnudas, al descubierto sus propios miedos y al mismo tiempo, también los ajenos.
Cuántas maneras hay de huir de una vida de placeres, una por su propio pie ,y otras por la cultura y religión del país donde se nace.
ResponEliminaAl menos la que es por su voluntad tiene un pase, su cárcel no es el convento sino la calle, pero la otra es muy distinto.
Un relato que te deja pensativa.
Un placer, besos.
No ha de ser una decisión fácil escoger un encierro voluntario, ni tampoco vivir en el que viene dado por la propia fe o cultura. Me pregunto que complejas circunstancias vitales le llevan a alguien a un retiro voluntario, pudiendo vivir en libertad, si no es una huida de todo. Es un tema complicado, imagino! Un beso Campirela!
EliminaMagnífica aportación. Dos temas distintos, pero con una profunda conexión. Ambas situaciones exentas de libertad, voluntaria o involuntariamente, dependiendo de creencias o situaciones que las lleva a tomar ese camino. Incluso en algunos casos, es precisamente por su propia libertad que actúan de determinada manera. Y si hay algo en lo que todos estaríamos de acuerdo, es que, por descabellado que sea, siempre que se lleve a cabo voluntariamente, es loable y, por tanto, no lo deberíamos juzgar.
ResponEliminaUn tema peliagudo y muy interesante el que nos has traído, querida amiga. Y es que resulta muy difícil entender cómo uno puede renunciar a la vida, en su más amplio sentido de palabra...
Gracias por tu maravillosa participación
¡Un placer!
Abrazo grande, y muy feliz finde 💙
Gracias Ginebra! Como bien dices, por muy descabellada que sea una decisión, si está tomada libremente hay que respetarla! Pero hay ciertas opciones ajenas que cuestan tanto de comprender! Un abrazote!
EliminaDos formas de estar fuera de la sociedad, una de repliegue voluntario, la otra condicionado, con obligaciones familiares impuestas.
ResponEliminaUn beso.
Difíciles ambas, porque renunciar a la vida en sociedad ha de ser duro, tanto de forma voluntaria como impuesta! Un beso Alfred!
Eliminaahora mismo, en el tren, se le debe hacer todo un mundo. despues de renunciar a mucho voluntariamente, le dan la patada y le dicen que no puede renunciar, y ahora despues de 20 años, vuelve al puntp de partida, 20 añosmenos joven, a enfrentarse con la vida y la familia. en este momento ,no se cual de llas dos eta peor.
ResponEliminabesosssamiga
Efectivamente, el ingreso fue voluntario, la salida no tanto. Ahora le toca adaptarse a una nueva realidad. En este punto ambas están en una situación, resultado de las circunstancias! Ninguna escogida por ellas mismas, y ambas relacionadas con sus credos! Un besote!
EliminaSiempre hay algo que aprender, porque ambas a pesar de sus creencias, eligieron ese camino, pero hay una cosa que la otra no conocía... me gustaría seguir a esa monja y ver en que manos termina su vida.
ResponEliminaParece ser que, sea consciente o no de ello, se le abre todo un mundo de posibilidades! Un saludo!
EliminaEs complicado, en un caso puede entenderse como una decisión valiente, a mi me tocó en su momento ir a visitar a una amiga a un convento, al final, con las vueltas que da la vida acabó saliendo, es algo complicado de entender, sin duda. Abrazo.
ResponEliminaPor supuesto cualquier decisión que uno tome que represente una vida de limitaciones y sacrificio, es una decisión valiente. Y como todas ellas, imagino que desde fuera son muy difíciles de entender! Un abrazo!
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