Sale
de su portal cada mañana, a la misma hora. Camina rápido, con sus pasitos
cortos e inquietos, como una niña, impaciente por llegar a algún sitio, como si
se le hiciera tarde. Y no suele ser así, ya que ella no estudia, ni trabaja ni ha
quedado con nadie a ninguna hora, tiene todo el tiempo del mundo.
Bueno
sí, la esperan cada mañana puntualmente en el supermercado, donde suele estar
en la puerta, siempre unos minutos antes de que abran, deseando entrar la primera.
Como si temiera quedarse sin lo que ha venido a comprar, como si se terminara
el género alguna vez, como si tuviera prisa por acabar sus encargos y volver a
casa, como si la esperara alguien, pero no es así.
Ella
vive sola ahora. Su madre falleció hace unos meses, y su vida podríamos decir
que ha cambiado mucho y al mismo tiempo no ha cambiado nada. Porque antes su principal
preocupación diaria era levantarse pronto, despertar a su madre y prepararle el
desayuno, mientras ella se duchaba. Su madre le daba un billete que sacaba de
un sobre donde guardaba la pensión y ella ya estaba lista para bajar al
supermercado. Hacia la compra rápido porque al volver a casa, la esperaba su
madre para que la ayudara a bañarse, darle un buen masaje en sus doloridas
piernas y vestirla para que se estirase de nuevo en la cama.
Soledad,
que así se llamaba, pasaba la mañana barriendo, limpiando el polvo o tendiendo
una lavadora, mientras ponía algún puchero al fuego. Cuando era más joven su
madre no la dejaba, porque aun siendo ya adulta, la mujer sufría por su hija,
la consideraba torpe para que corriera esos riesgos. Y es que nadie la
consideraba suficientemente lista para dedicarse a ningún trabajo, y por
supuesto tampoco lo suficiente resuelta para vivir su vida, sin ayuda. Tenía
totalmente prohibido encender el horno, usar la plancha o subir sola en
ascensor. Nunca había tenido ningún pretendiente que se interesara por ella ni
amigos con los que divertirse y pasar el tiempo libre. La gente no la entendía,
o era ella la que no entendía a la gente, pero eso ya le daba igual.
Justo
después de darle de comer a su madre, la estiraba de nuevo en la cama, y
mientras la señora hacía la siesta ella aprovechaba para ver algún culebrón de
la tele, aunque en muchas ocasiones no acababa de entender muy bien el
argumento. La gente que salía hablaba muy rápido, era muy extravagante y tenía
unas vidas muy complicadas, muy distintas a la suya.
A
media tarde arreglaba a su madre, la colocaba en la silla de ruedas y salían a
pasear por el barrio, dar una pequeña vuelta para pasar por la farmacia y
saludar a alguna vecina de las de toda la vida. Así su madre estaba al día de
las novedades del barrio y se distraía un poco. No estaban mucho rato, había
que regresar a casa para preparar la cena e irse pronto a dormir y descansar.
Para su madre dormir mucho y bien era muy importante.
Su
vida había sido así, igual, día tras día en los últimos años que ella
recordaba, sin cambios. Y cuando su madre falleció, la echó mucho de menos. No
solo porque era todo en su vida y ahora no tenía a nadie a quien cuidar, sino
porque se sentía algo más sola y su rutina había cambiado totalmente.
Ahora
se levantaba, preparaba su desayuno, se duchaba, cogía un billete del sobre de
su mesita de noche, donde guardaba su pensión y a la hora de siempre bajaba al
supermercado. Luego subía a casa y mientras la chica que enviaba el
ayuntamiento cada mañana le preparaba la comida, ella limpiaba el polvo, pasaba
la escoba o tendía una lavadora. Después de comer, lavaba los platos y veía algún
culebrón hasta que se hacía la hora de salir a la calle, ir a la farmacia,
saludar a las conocidas de su madre, y luego regresar a casa para calentar la
cena que la muchacha de la mañana le había preparado, e irse pronto a dormir.
Dormir mucho y bien era lo más importante. Ya lo decía su madre.
Hay vidas que son muy planas, luego se acaba la ración de vida que nos toca, y vemos qué poco de sí nos dio..
ResponEliminaUn abrazo
Observando estas vidas a veces nos da por pensar que queremos hacer de las nuestras! Tampoco nos dejan indiferentes! Un besote amiga!
EliminaMe gustan tus personajes, recien los descubro y he alucinado. Tiene algo de todos, una realidad que a veces se pierde en lo cotidiano. Quiza nunca vistos, quizá perdidos en un mundo del que todos hablamos y conocemos poco.
ResponEliminaGracias Gustab por tus bonitos comentarios! Soy observadora de lo cotidiano, y aunque para muchos pasa desapercibido, yo le encuentro cierto encanto! Saludos!
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