En el VadeReto del mes de Abril que nos proponen desde el Blog ACERVO DE LETRAS, se trata de crear un relato alrededor de la palabra "Perdida" en el más amplio sentido de la palabra.
Estar perdido no es lo mismo que sentirse perdido. Y querer perderse puede significar buscar un cambio drástico en nuestra vida que nos reoriente positivamente.
Además como condición adicional, debe incluir al menos tres palabras "raras" que pueden ser inventadas, de uso poco corriente o muy local.
Aquí encontrareis el resto de relatos participantes:
Aunque no tiene límite de extensión de antemano me disculpo si os parece demasiado largo, no supe explicarlo con menos palabras.
"ARMARIOS LLENOS EN UNA CASA VACÍA"
Mi madre me llamó un viernes por la tarde. ”Tu abuela está ingresada, es mejor que vengas, está muy delicada”. Al salir del trabajo fui a casa a por un par de camisetas y dos mudas y me marché a la estación para coger el primer autobús que saliera para el pueblo.
Pasé toda la noche con güelita en la habitación del hospital, escuchando sus batallitas y charlando animadamente como hacía años que no la veía. Imagino que era producto de la medicación, los calmantes debían aflojarle la lengua y alegrarle el ánimo. Nos quedamos dormidas de madrugada, y aunque yo desperté algo más tarde, ella ya se había marchado. Al menos pudimos despedirnos, compartiendo una última noche juntas.
Tras el intierro decidí quedarme a dormir en su casa. Ahora triste y desierta, la vieja casa familiar me hacía sentir nostalgia. Mi madre no le tenía tanto cariño, y no dudaría en deshacerse de ella tan pronto tuviera ocasión. Yo en cambio guardaba muy buenos recuerdos de mi infancia entre esas paredes, con sus infinitas capas de papel pintado de variados estampados, ahora descoloridos por los años.
Sus armarios, nada más abrirlos desprendían ese olor tan suyo, una mezcla de su inconfundible colonia y cierta ancianidad. Repletos de ropa y cajas de zapatos, llenas de viejas fotografías y cartas. Prendas que reconocí en las fotos familiares, y otras recordaba vérselas puestas en mi niñez y adolescencia. La cultura de conservarlo todo y no tirar nada muy de su generación.
Quedé con mi madre que me encargaría de la delicada tarea de recoger sus cosas. A mi no me importaba revolver entre sus cajones, aunque me removía muchos sentimientos, todos eran buenos. Vaciando sus armarios puse su ropa en bolsas, y en pequeños montoncitos otras cosas para mí, para conservarlas de recuerdo, como sus viejas albarcas.
Me fijé en la cómoda de su habitación llena de viejos retratos familiares, y entre ellos una única fotografía a color de un joven jincho. Era el hijo que abandonó el hogar tantos años atrás después de una acalorada discusión y que nunca más supo nada de él. Pensé en lo duro que ha de ser marcharse sin poder dejar ciertos temas resueltos en la vida. Y me hizo pensar en mi situación por entonces con mi familia.
Años atrás yo vivía en el pueblo con mis padres, y después de una pelea con mi madre, hice la maleta y decidí marcharme a la ciudad en busca de independencia. Me distancié de ellos y nuestra relación se enfrió. Mis estudios, mis esfuerzos, mi entusiasmo de juventud y mis ganas de comerme el mundo, no fueron suficientes para conseguir un buen trabajo. Tampoco amistades reales ni relaciones duraderas, entre milindris y lambiones, nunca tropecé con nadie verdadero.
La sensación de estar en casa de nuevo, entre todos aquellos cachivaches, me hizo pensar que quizá ya era hora de arreglar las cosas con mi madre y volver a estar de nuevo como antes.
En la ciudad no dejaba nada ni nadie importante, varios años saltando de un mal trabajo a otro no me daban esperanzas de alcanzar el éxito. Así que por mi cabeza pasó una idea. ¿Y si regreso al pueblo y me instalo en casa de la abuela? ¿Y si monto mi propio negocio aquí? No pude evitar fantasear con aquella idea durante todo el fin de semana.
Mi abuela había sido modista, y junto con el abuelo que era zapatero remendón montaron un taller en la planta baja de la casa familiar, trabajando juntos hasta el día de su jubilación. El local quedó vacío desde entonces. Yo estudié diseño y confección siguiendo sus pasos, y pensé que en la ciudad tendría posibilidades de triunfar en esto de la moda, pero mis talentos fueron totalmente invisibles ante tanta competencia.
Han pasado tres meses desde que despedimos a mi abuela. Ahora vivo en su casa que ya la siento como mía. Saqué su ropa de las bolsas y la coloqué en colgadores y también en el escaparate del nuevo negocio de ropa de segunda mano, arreglos y confección que he abierto en el antiguo local familiar. He decorado la tienda con cierto toque vintage, con algunas de sus cosas, que fui incapaz de tirar y que alguna vecina ya se ha acercado con la intención de comprarlas. El artículo estrella de mi escaparate es el viejo vestido de novia de mi abuela. Aunque hoy en día a nadie le interese comprarlo, esta y otras piezas de su vestuario, me inspiran para nuevas creaciones añadiendo mi toque personal.
Son las diez de la mañana, estoy a punto de darle la vuelta al cartelito de abierto, y empezar a recibir a las curiosas y espero que futuras clientas que viendo movimiento estos días me preguntaban cuando sería la esperada inauguración. Me siento entre nerviosa e ilusionada, pero también segura. Mis padres dudaron al principio de mi improvisada idea, pero me dijeron que solo saldría de dudas poniéndome manos a la obra. Y también con la ayuda de güelita que, estando presente en cada rincón, objeto y prenda de la tienda, tengo la sensación de que nada puede salir mal.
Notas Vocabulario Cántabro:
ALBARCAS:
Calzado de madera con tacos utilizado por los agricultores.
GÜELITA:
Cariñosamente como se llama a la abuela en Cantabria.
INTIERRO:
Entierro.
JINCHO-A:
Persona fuerte, corpulenta.
LAMBION:
Persona golosa o empalagosa.
MILINDRIS:
Persona muy fina o escrupulosa.
Puedes saber más visitando:
https://postureocantabro.com/asi-somos-y-asi-hablamos-diccionario-cantabro/