AQUI podreis encontrar el resto de relatos anónimos participantes.
Así que en menos de quince días empecé a trabajar para ellos
mudándome a mi nueva casa, muy pequeña, viejita pero muy acogedora. Se notaba
que otra mujer vivía recientemente, decorándolo con muy buen gusto.
A los pocos días de trabajar allí, con despacho propio, recibí
un email que interpreté como una novatada de bienvenida:
“Estás en mi sitio. No te auguro una estancia
demasiado larga, no te acomodes demasiado”.
Con remitente desconocido, algún compañero veterano quería
gastarme una broma y permanecer en el anonimato. Lo borré y no le di más
importancia. Pensé que ya me ganaría la confianza de mis compañeros y desenmascararía
al autor.
Pero unos días más tarde, al regresar del trabajo, llegué a
casa y al entrar al baño para darme una ducha, me asusté al ver en el espejo el
siguiente mensaje escrito con un intimidante pintalabios rojo:
“¡Esta era mi casa, será mejor que te
largues de aquí!”.
Al verlo di un vote hacía atrás y tardé un buen rato en
recobrar el aliento. Este mensaje lo encontré de muy mal gusto, no me hizo
ninguna gracia que alguien entrara en mi casa mientras yo estaba fuera. Así que
después de darle vueltas en la cabeza durante toda la noche, al día siguiente,
mientras tomaba un café con una compañera de personal se lo comenté. Me aseguró
que era imposible que nadie entrara en mi casa ya que yo tenía la única llave.
Intenté quitarle importancia, pero ya no me sentía segura en
aquella casa así que empecé a buscar otras opciones de alquiler lejos de aquel
barrio. Mientras no encontrara otro alquiler que pudiera pagar yo sola, decidí
adoptar un perro. Era una cosa que quería hacer desde hacía mucho tiempo y
ahora su compañía me daría tranquilidad y compañía al regresar a casa. A los
pocos días de tenerlo, recibí esta nota mecanografiada entre las páginas del
periódico que me dejaban cada día en el buzón:
“Tu perrito es muy simpático.
“Te recomiendo que lo saques de mi
jardín, si no quieres llevarte un día una sorpresa”.
Esa nota me dejó helada, sin duda era una mujer despechada
que ahora las pagaba conmigo. Tenía que enterarme a quien sustituía y quien
había vivido en aquella casa antes que yo. Acudí a una de mis nuevas compañeras,
la “Radio Macuto” del lugar. Por lo que ella sabía, la antigua contable que fue
novia de uno de los hijos del dueño, desapareció de la noche a la mañana, sin
previo aviso. Apareció una carta mecanografiada con su renuncia en uno de los
cajones de su escritorio.
Esa noticia fue decisiva para mudarme a la primera
oportunidad que tuve, a una casa a las afueras de la ciudad. Muy atentos de
nuevo en la empresa, me ofrecieron un modesto coche de empresa, para mis
desplazamientos particulares y porque en breve tendría que hacer algunos viajes
para visitar a los clientes más importantes.
Antes de salir de viaje con uno de los hijos del dueño,
responsable del área comercial, que me presentaría a los clientes que íbamos a
visitar, decidí llevar el coche al túnel de lavabo, necesitaba una buena
limpieza. Al pagar al dependiente y entrar de nuevo en el coche, en el
parabrisas aún empañado, un mensaje que se desvaneció en segundos decía:
“Este coche fue mi regalo de
cumpleaños, no te conviene utilizarlo”.
Aquella noche no pude conciliar el sueño. Al día siguiente en
nuestro viaje de trabajo, durante el largo trayecto en coche que haríamos
juntos el jefe del dueño y yo, intentaría sonsacarle alguna información sobre
la persona que ocupaba antes que yo mi lugar de trabajo, mi casa y ahora mi
coche, y que además había mantenido una relación sentimental con él.
Tan solo conseguí respuestas escuetas y evasivas, además de
la versión oficial que ya conocía. Nos quedaba un largo día por delante, quizá
por la noche durante la cena en el hotel, podría intentarlo de nuevo.
Pero al regresar de las visitas, en la recepción me entregaron
un nuevo mensaje a mi atención, manuscrito con estilográfica:
“Aléjate de él, por tu bien, no te
avisaré más veces”.
Estaba agobiada con tantos mensajes amenazadores. Descarté
comentarlo en la cena y me fui pronto a dormir preocupada por otro tema. Había
detectado bastantes irregularidades en la contabilidad y era importante
aclararlo lo antes posible con los dueños.
Al acostarme, una idea me vino a la mente. ¿Tendría algo que
ver con la desaparición misteriosa de la contable? ¿Debía denunciar las notas
acosadoras a la policía?
A la mañana siguiente me despertó un mensaje en el móvil:
“¡Te lo advertí! ¡Ahora irán a por ti!
Yo no soy tu enemigo, ellos sí lo son.
Y cuando descubras su secreto, solo
tendrás dos opciones:
Ser valiente y denunciarlos o seguir
mis pasos. ¡Te deseo suerte, la necesitarás!”
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Un relato excelente Marifelita, con un final muy convincente. Te aplaudo. Un abrazo
ResponEliminaMuy bueno, me gusto la trama tan misteriosa que llevo a cabo los mensajes anónimos.
ResponEliminaUn abrazo , buenas noches.