Nuestra
amiga MAG, en su Blog “La Trastienda del pecado” nos propone crear
un relato en el que describamos nuestro rincón favorito. Ese sitio que provoca
en nosotros una curiosa atracción, algo único y especial a través del cual nos
escapamos del mundo o nos encontramos con él.
Tengo que confesar que al leer la propuesta de Mag de esta semana me vino a la mente un escrito que ya tenía de hace un tiempo, y que publicamos en el libro "Érem, som i serem: Las etapas de la vida" con el resto del grupo del Taller de Escritura "El Vici Solitari" al que pertenezco. Os lo comparto a continuación.
Si quereis leer alguno de mis relatos publicados en nuestro libro:"Érem, som i serem"
Aquí podréis encontrar el resto de relatos
participantes en este nuevo reto juevero de esta semana.
He
llegado al aeropuerto y espero impaciente a que aparezca mi maleta. Estoy
nerviosa y al mismo tiempo ilusionada por el reencuentro después de dos años
sin verlas. Solemos coincidir solamente una vez al año, pero nuestra amistad
sigue viva como el día que nos conocimos, y es más intensa cada año que pasa.
Aunque tengamos que cruzar el Atlántico,
y cada una venga de un punto cardinal, pese a la distancia no hay barreras para
nosotras.
Estamos
en contacto y nos escribimos cada semana, pero ese momento en que por fin puedo
ver sus caras, dejando asomar alguna lagrimilla de pura emoción, sentir su
fuerte y sincero abrazo, oír sus voces dándome la bienvenida con sus melosos
acentos, poder oler sus perfumes que tan especiales las hacen a cada una; ese
momento es indescriptible para mí.
Nos
esperan unos días de pura desconexión. Esos pocos días al año son para nosotras
y los vivimos intensamente. Son para dejarlo todo atrás y concentrarme en
ellas, en sus ilusiones, preocupaciones y dudas. Compartir todo lo que ha
pasado este año, lo bueno, lo malo y lo peor. Abrir el corazón y la mente,
desnudarse, exponer nuestros miedos y confesar nuestras debilidades. Sentarse a
la mesa y entre exquisitos manjares locales, reírnos hasta llorar.
Recorreremos
la isla en coche y nos perderemos en sus infinitos rincones, que se convierten
en solo nuestros, por el simple hecho de compartirlos juntas. Caminaremos por
sus calles, como una hermandad de quinceañeras revoltosas, descaradas y
ruidosas. Siguiendo con la tradición, nos reuniremos alrededor del árbol milenario. Como si de un aquelarre se
tratara, cantaremos a las musas, a los astros o a los dioses, según la devoción
que cada una, y pediremos que cuiden de nosotras y de nuestra amistad para
siempre. Haremos interminables planes, algunos que veremos cumplidos en breve y
muchos otros que quedaran en el tintero, pero que nos gusta imaginar por si un
día un golpe de suerte los hiciera realidad.
Al
poner el pie ya fuera de la terminal del aeropuerto, respiro el aire fresco y
puro, miro al cielo y veo esas estrellas,
que me esperan como siempre, brillantes y tan nítidas. Pero presiento que
este año será distinto a los anteriores. ¿Volveré a casa como cada año o echaré
aquí el ancla para no regresar?