NEOGÉMINIS, la anfitriona de nuestro “Reto Juevero” de esta semana, nos propone escribir sobre el Divertimento.
Cada cual a su manera suele
encontrar la forma de entretenerse. Alguna actividad placentera que resulte acorde
a sus intereses, divertida y una vía de escape en los momentos de distensión.
Una fórmula lúdica para pasar el rato, ya sea en soledad o en compañía. ¡Así que a divertirse escribiendo se ha dicho!
Aquí podréis encontrar el resto de relatos
participantes en este nuevo reto.
Me encantan las manualidades, cualquier
disciplina puede llamar mi atención y cualquier material despertar mi
imaginación. Se lo debo a mis abuelos, que siempre fueron muy creativos. A mi
abuela le encantaba coser, y aunque era su profesión, en su tiempo libre
siempre encontraba un hueco para idear mis disfraces de carnaval y confeccionar
pequeñas prendas de ropa para mis muñecas. Al jubilarse descubrió el patchwork,
que con un poco de hilo, aguja y cuatro retales hacía maravillas.
Mi abuelo sentía pasión por la
pintura y desde pequeño ya demostraba tener habilidad con el dibujo. Empezó con
lápiz y carbón, luego se animó a añadir color con acuarelas, y con los años se
atrevió con la pintura al óleo. Sus cuadros eran bodegones llamativos, vistosas
flores y paisajes coloridos y alegres. Los retratos siempre fueron su
asignatura pendiente, se disgustaba mucho cuando no le salían bien.
Siendo yo una niña, me apuntó a varios
concursos de dibujo infantil organizados por Cruz Roja. El parecía más
ilusionado que yo, porque los dibujos ganadores serían las postales de la
siguiente campaña de navidad. Yo me conformaba con el diploma de participación,
pero él nunca estaba contento. Se quejaba de que mis dibujos eran mejores que muchos
ganadores y nunca supe si lo decía para contentarme o bien para consolarse a sí
mismo. Cuando en la escuela me tocaba presentar algún trabajo de plástica o
dibujo, me ayudaba para asegurarse que lo hiciera bien y obtener una buena
nota, la mejor si era posible, porque tenía fe ciega en mis capacidades.
Este espíritu competitivo suyo no ayudó
demasiado a que me aficionara al dibujo, porque por mucho que lo intentara,
nunca había manera de complacerlo del todo. Me decía que podía hacerlo mejor, debía
esforzarme y dedicarle más tiempo y paciencia. Y en eso tenía razón, la
paciencia nunca ha sido una de mis virtudes. Él olvidaba que el talento y la
creatividad no se heredan con el ADN, ni pasan de una generación a otra. En cambio, el esfuerzo, el entusiasmo o la
curiosidad por aprender cosas nuevas, tampoco lo son, pero los absorbemos de
nuestros mayores, dejando huella en nosotros y marcando el tipo de persona que
seremos. Y les doy a los dos las gracias por ello.